A veces todo termina cuando menos debería.

Marina fue a la peluquería y se cortó el pelo corto, como en su juventud. Se compró un vestido nuevo, uno azul claro.

Zinaida le dijo: «Estás más guapa, Marinka». —Estás radiante.

Sonrió.

Quizás por primera vez, de verdad.

Sus tardes eran distintas ahora. Sin prisas, sin ansiedad.

A veces sacaba un viejo álbum de fotos de ella y Vitya de jóvenes y se quedaba mirando las fotografías durante un buen rato. No con rabia. Con un toque de tristeza.

Porque había amado. Hace mucho tiempo.

Pero el amor, como la vida, tiene fecha de caducidad si no se cuida.

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