A veces todo termina cuando menos debería.

Marina lo sabía: aún habría alegría, risas y quizás un nuevo encuentro.

Pero sin miedo. Sin mentiras. Sin dolor.

Y Vitya…

Él seguía ahí fuera, en el pasado, entre las cenizas de planes incumplidos y aromas extraños.

Y quizás algún día comprendería que el «pantano» del que había huido era el único lugar donde lo habían amado de verdad.

Pero Marina nunca lo sabría.

Porque la vida sigue.

Incluso después de aquellos que prometieron amar para siempre. Estaré allí.

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