El Grito de las Lomas

La Manija de Caoba y el Secreto Congelado.
…Marcus en su traje caro que costaba más que la renta anual de Rosa, y Rosa en su blusa blanca y pantalones negros, el uniforme de una vida de servicio. Dos mundos. Una sola verdad los unía: ambos estaban rotos.

Rosa se inclinó un poco. Su voz fue apenas un susurro. Una fuerza silenciosa.

“Señor Whitfield, he visto el dolor. Lo he limpiado de pisos de mármol y lo he secado de los ojos de muchos niños. Sebastián no llora por una pesadilla. Llora por esa puerta.”

Marcus no se movió. Su rostro era una máscara rígida de negación. “Lo cerré para protegerlo. Para proteger su recuerdo. Si yo mismo no puedo entrar, ¿cómo podría él?”

“Usted lo encerró para protegerse a sí mismo,” replicó Rosa. Las palabras eran duras. Eran realistas. “Pero un niño no se cura con ausencia, Señor. Lo que él busca ahí no es un fantasma. Es la parte de su madre que usted cortó de su vida. Es la historia que no se le permite conocer.”

Ella le sostuvo la mirada. Sus ojos cansados, pero firmes, contenían una autoridad que superaba cualquier capital. Era la autoridad de la humanidad desnuda.

Un latido. El silencio volvió a ser tenso.

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