💔 “Quería darle mi casa a su secretaria embarazada, pero no sabía que yo llevaba mucho tiempo preparándome para su traición.”
Confesiones de una mujer que no se dejó destruir
Introducción
Hay momentos en la vida en que miras a tu alrededor y todo parece perfecto.
La casa reluce de limpia, el aire huele a café recién hecho, las estanterías están impecablemente ordenadas y el rostro de tu marido luce esa familiar expresión de serena confianza. Y crees que siempre será así. Que todo esto es fruto de largos años de amor, paciencia y esfuerzo.
Así fue para mí.
Soy Lydia. Fui la esposa de Charles durante dieciséis años. Vivíamos en una mansión blanca a las afueras de Charleston, con columnas, un jardín y una piscina donde el sol de la mañana se reflejaba en el agua como un espejo. Conocía cada rincón de esta casa al dedillo. Elegí las telas para las cortinas, los cuadros para las paredes, incluso los azulejos del baño. Sentía que esta casa era una extensión de mí misma.
Cuando me casé, no era ingenua. Sabía que el matrimonio no siempre se trata de pasión. Que a veces se trata de compromiso, de paciencia, de guardar silencio cuando se quiere gritar.
Aprendí a guardar silencio.