Quería darle mi casa a su hija embarazada…

Primero, por amor. Luego, por costumbre. Y después, simplemente porque era más fácil.

Charles siempre había sido un hombre de éxito aparente. Sus trajes eran impecables, su apretón de manos firme y su sonrisa de esas que abren puertas. Sabía cómo ser encantador. Estaba orgullosa de él, como se está orgulloso de una obra de arte en la que se han invertido años de trabajo.

Pero con el paso de los años, lo noté: trabajaba cada vez más hasta tarde, miraba cada vez más el teléfono, me miraba cada vez menos a los ojos.

No hice preguntas. Simplemente empecé a escuchar el silencio.

Y el silencio, si escuchas con atención, habla más que las palabras.

Desarrollo

Ella entró en su vida hace dos años. Se llamaba Vanessa. Joven, segura de sí misma, con una mirada que fijaba demasiado en los hombres y una sonrisa demasiado fácil.

Oficialmente, su “asistente”.

Extraoficialmente, un nuevo capítulo en su vida, uno del que yo no formaba parte.

Lo vi cambiar.

Se volvió más atento a los detalles de su apariencia, compró perfumes caros, un reloj nuevo y pasaba largas horas en el gimnasio. La irritación se colaba en su voz cuando hablaba de la casa, de los planes, de nosotros.

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