El aniversario de Lydia fue tranquilo y al mismo tiempo

El aniversario de Lida fue un evento discreto pero significativo. Cumplir sesenta años es una edad que muchos consideran un hito para hacer balance, un tiempo para recordar y reflexionar. Pero a Lida no le gustaban las celebraciones ruidosas. Estaba acostumbrada a una vida tranquila, a los pequeños placeres: el té de la mañana en el balcón, el olor a pan recién horneado los fines de semana, los libros que leía por las noches mientras la casa se sumía en el sueño.

Mikhail, su marido, siempre veía estas costumbres como motivo de humor. Le gustaba bromear con ella en público, recalcando, como él decía, su “ingenuidad” y “sencillez”. Le encantaba demostrar su papel “dominante” en la familia, proclamando a viva voz ante los invitados sus “logros” y, por supuesto, lo “dulce pero ingenua” que era Lida. Los invitados solían reír y asentir, aunque no todos distinguían entre una broma y un insulto.

Ese día, sin embargo, el ambiente era diferente. La casa estaba impregnada del delicado aroma de las velas y las flores frescas. Las mesas estaban repletas de platos cuidadosamente dispuestos: ensaladas, fiambres, un pastel con una inscripción dorada que decía «¡Feliz Aniversario, Lida!». Lida lo observaba todo con una sonrisa discreta. Sabía que algo importante sucedería ese día, algo que Mikhail ni siquiera sospechaba.

Cuando los invitados comenzaron a llegar, Mikhail lucía especialmente satisfecho. Su sonrisa era segura, casi desafiante: esperaba el momento para demostrar públicamente «quién manda». Lida, sin embargo, estaba tranquila. Sus ojos revelaban una suave determinación, la que da la experiencia, los años vividos, la capacidad de ver más allá del ruido de las palabras.

Y entonces llegó el momento en que Mikhail tomó una copa de champán y, de pie ante el micrófono, pronunció su tradicional discurso. Pero Lida ya lo sabía: era hora de demostrarle que sus años juntos le habían enseñado mucho más de lo que él creía.

Una elegante caja forrada de terciopelo fue colocada sobre la mesa. Mikhail entrecerró los ojos, y su sonrisa cambió ligeramente. Él esperaba otro “regalo bonito”: calcetines, bordados, tal vez otro juego de paños de cocina. Pero Lida simplemente levantó la mano con calma y dijo:

“Misha, hay algo que quizás hayas olvidado”.

Leave a Comment