El aniversario de Lydia fue tranquilo y al mismo tiempo

En ese momento, un ligero silencio se apoderó de la sala. Los invitados se quedaron paralizados, expectantes, sin saber qué sucedería a continuación. Y Lida lo sabía: hoy no solo celebraba su aniversario. Hoy, por fin, le daría a Mikhail algo que llevaba mucho tiempo esperando ver.

Los invitados, al oír las palabras de Lida, se pusieron ligeramente tensos. Mikhail entrecerró los ojos y su sonrisa pareció forzada. No esperaba que su “dulce” esposa tomara la iniciativa de repente. Durante treinta años, se había acostumbrado a verla callada, obediente, capaz únicamente de seguirle el juego a sus bromas y palabras. Pero ahora, algo en su mirada serena hizo que el corazón de Mikhail diera un vuelco.

Lida abrió lentamente la caja. Dentro había un elegante maletín de cuero grabado con sus iniciales. Era caro, elegante, pero más que un simple regalo: era un símbolo. Un símbolo de que ella lo conocía a la perfección: sus hábitos, sus pensamientos, su amor por el orden, su aprecio por el estatus y el poder. Pero aquel maletín guardaba algo más que un objeto de lujo. Lida sacó un pequeño sobre, con las manos temblando un poco menos que su voz, y dijo:

—Ábrelo, Misha. Es para ti.

Mikhail, algo avergonzado, tomó el sobre. Dentro había documentos: las escrituras de un antiguo apartamento que una vez quiso vender, los papeles del coche que consideraba su símbolo personal de éxito y… una carta.

Comenzó a leer la carta en voz alta. Al principio, las palabras eran comunes: agradecimientos, recuerdos de sus años juntos. Pero poco a poco, Mikhail se dio cuenta de que la carta estaba escrita con una claridad y una fuerza increíbles. Lida describía cada momento, cada acontecimiento, en el que perdonaba sus bromas y sus palabras duras. No estaba enfadada, no lo acusaba; simplemente mostraba cómo veía la vida a su lado.

—Treinta años, Misha —leyó ella en voz baja pero con seguridad—. Durante treinta años te he observado, he aprendido a comprenderte, a aceptarte. Y ahora quiero que me comprendas.

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