Durante 7 años cuidé de mi hija en silla de ruedas y en la última revisión médica el doctor en pánico, me susurró, “No duermas esta noche en esa casa.” Y llama a la policía de inmediato. Lo que descubrí después me dejó sin palabras. Todo lo que construí durante 7 años se derrumbó en un solo susurro, tan bajo que apenas pude escucharlo, pero tan brutal que partió mi vida en dos.
La tarde había comenzado como tantas otras. Juan Luis, un hombre de 42 años marcado por arrugas tempranas y una mirada cansada, empujaba la silla de ruedas de su hija Camila por los pasillos asépticos del hospital. Había aprendido a no quejarse, a no esperar nada, a aceptar que su vida se había convertido en un ciclo interminable de médicos, terapias y esperanzas rotas. Lo único que lo mantenía en pie era el amor incondicional hacia su hija. Ese día la cita era distinta.
