—Ya no hagas berrinche. Tu papi va a llegar y ver qué tipo de niña eres.
Los gritos venían del segundo piso de la residencia.
Paloma se detuvo en la puerta trasera escuchando a una niña llorar desesperadamente.
—Nadie te aguanta más. Quédate ahí llorando hasta que aprendas.
Una puerta se azotó con fuerza.
—Ay, no manches. Qué situación —murmuró Carmen, la empleada que recibió a Paloma—.
La patrona está nerviosa otra vez.
—¿Qué patrona?
—Doña Verónica, la madrastra de la niña.
Más gritos de la niña resonaron por la casa.
—¿Y dónde anda el papá?
—Viajando, siempre viajando —Carmen movió la cabeza—. Mira, querida, te voy avisando: este trabajo no está nada fácil.