Mi suegra me empujó porque no tuve un hijo varón — pero un día, mi hija encontró algo que lo cambió todo.

Mi suegra me empujó porque no tuve un hijo varón — pero un día, mi hija encontró algo que lo cambió todo.

Soy María Dela Cruz. Me casé a los 23 años.
Con el paso de los años, di a luz a tres hijas: AnnaLiza y Mika.
No éramos ricos, pero vivíamos una vida sencilla y feliz.
Creí que el amor bastaba para mantener unida a una familia.
Pero estaba equivocada.

Una mañana, mientras desayunábamos, mi suegra, Doña Rosario —una anciana rica de sangre española— dijo las palabras que jamás olvidaré:

“Si solo puedes tener hijas, María, vete de mi casa. No necesito más ‘pollitas’. Quiero un nieto varón, un heredero del apellido de nuestra familia.”

Mi esposo, Eduardo, solo bajó la cabeza.
No dijo nada. Ni siquiera me defendió.

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