“Padres abandonan a su hijo adoptivo durante la mudanza. Días después, lo encuentran en un estado ATERRADOR…-DIUY

Nico intentó abrir una y otra vez cada puerta, cada  ventana, hasta que sus manos se llenaron de raspones. La garganta le ardía de tanto gritar los nombres de sus padres, pero nadie respondía.

El hambre pronto se mezcló con la sed. Bebió agua estancada de un cubo olvidado en la cocina y se tapó con una manta vieja que encontró en un armario. En la oscuridad, el crujir de la madera y los silbidos del viento se sentían como voces.

Las noches fueron las peores. El silencio era tan absoluto que Nico se acurrucaba en un rincón, abrazando sus rodillas y repitiendo en voz baja:
—“Van a volver… ellos me quieren… van a volver…”

Pero no volvieron.

Al tercer día, débil y con los labios partidos, Nico apenas podía mantenerse en pie. El eco de sus sollozos se perdió en los pasillos vacíos.

Entonces, una mañana, el ruido de un motor rompió el silencio. Un coche se detuvo frente a la casa. Nico reunió sus últimas fuerzas y golpeó la ventana con el puño, dejando una mancha de sangre de sus nudillos agrietados.

Un hombre alto, con un abrigo largo, se acercó lentamente. Era el nuevo dueño de la casa. Al mirar dentro, se quedó helado: un niño esquelético, con la mirada vidriosa y las mejillas hundidas, lo observaba suplicante.

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