El último viaje y el nuevo comienzo: Cómo una abuela conoce a su familia de motociclistas

Lo mandé a pasar tres horas en la banca del centro comercial, con la lista de la compra que había garantizado en la mano. Las cartas, torpedeadas y apuradas, eran un cruel testimonio de la indiferencia que se había apoderado de mi hijo en los últimos años.

“Mamá, entiende tus cosas. Estás esperando en el coche”, me dijo Paul, con ese tono impaciente que me hace compartir mi alma. Pero al llegar, me detengo con la gasolina en las bolsas pequeñas —todo lo que mi exiguo cheque del Seguro Social me permite—; mi flamante todoterreno no está. El enorme establecimiento es como el abismo de mi soledad.

En esos momentos, la compasión de mi celular resonó en el silencio de mi corazón. Un mensaje de texto. Ni una llamada, ni un correo electrónico. Un mensaje. «Margaret encontró una residencia en una plaza vacía. Te recogerán mañana. Ya es hora».

Así que, con esas palabras frías y distantes, me comuniqué a mí mismo que me abandonaba. Después de crecer solo, trabajar en tres empleos para ir a la universidad, vender la casa que tú y tu padre construyeron con tanto amor para pagar una vida con esa mujer, Margaret. Mi mente era un torbellino de recuerdos agrícolas.

Una vez más, con la mirada fija en la pantalla, las lágrimas empañando las palabras crueles, quand l’estruendo des motores me sacudió hasta los huesos. Siete motocicletas. Grandes, ruidosas, imponentes. La vibración de sus motores se siente en el pecho, un poco rescatado que contrasta con el mio, muy frágil.

Los parches de tus chaquetas de cuero dicen: “Savage Angels MC”. Me duele un poco el corazón. ¿Es esto Moteros? Hace 82 años, esa fue la última vez que alguien tuvo problemas con un club de motociclistas. Me acerqué, con la intención de hacerme invisible, una figura insignificante en medio de la inmensidad.

Pero el más alto de ellos, un hombre enorme con barba gris y pecho hundido, vino directo hacia mí. Instintivamente, reuní más vida en mi cuerpo contra el cuerpo. Los recuerdos de las historias de pandillas y problemas me invadieron.

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