“Salvee a Mi Bebé…” — Suplica la Madre Soltera, Pero la Mirada del Millonario lo Cambia Todo

Nadie se detenía. Ni la señora elegante que apresuraba el paso, ni el joven con auriculares, ni el taxista que miró y siguió de largo. El bebé emitía apenas un suspiro, los ojos vidriosos, los labios amoratados. Carmen temblaba de frío y miedo, apretando a su hijo contra el pecho, mientras sentía que el mundo la ignoraba.

De repente, un BMW negro frenó violentamente frente a la acera. La puerta se abrió y bajó un hombre en traje oscuro, el cabello perfectamente peinado, el rostro duro como una escultura. Alejandro Herrera, el empresario más temido de España, dueño de una fortuna de cuatro mil millones de euros y una reputación de acero. Nadie esperaba compasión de él. Pero en ese instante, el hombre que nunca había amado a nadie vio algo en los ojos de Carmen: un amor tan puro, tan desesperado, que sólo podía ser real.

Carmen, exhausta, se desplomó a sus pies. —Por favor —suplicó con voz rota—, salve a mi bebé. No tengo nada más en el mundo.

Alejandro la observó por un segundo que pareció eterno. Luego, en un gesto que cambiaría su vida y la de todos los presentes, se agachó y la levantó del suelo. —Levántate —le dijo con voz firme, mientras la ayudaba a ponerse de pie—. Ahora tu hijo también es mi hijo.

Sin decir más, tomó a Carmen y al bebé, los metió en el auto y arrancó a toda velocidad hacia el hospital La Paz. El motor rugía mientras las gotas de lluvia golpeaban el parabrisas. Carmen lloraba en silencio, abrazando a Adrián, mientras Alejandro conducía como si la vida de todos dependiera de ello.

—¿Aguanta, verdad? —preguntó Alejandro, sin apartar la vista del camino.

—No lo sé —sollozó Carmen—. Por favor, que no se muera, por favor…

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