Dormir bien no es solo una cuestión de comodidad: es una necesidad biológica crucial para el funcionamiento óptimo del cerebro. El insomnio, ese trastorno que impide conciliar o mantener el sueño durante la noche, no solo causa fatiga y mal humor. Estudios científicos han revelado que puede tener efectos devastadores sobre el cerebro.
Una de las principales consecuencias del insomnio crónico es el deterioro cognitivo. Las personas que duermen mal tienden a experimentar problemas de memoria, dificultad para concentrarse y disminución de la capacidad de tomar decisiones. Esto ocurre porque durante el sueño profundo, el cerebro consolida la información aprendida durante el día y limpia los residuos tóxicos que se acumulan entre las neuronas.
Uno de esos residuos es la proteína beta-amiloide, relacionada directamente con enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Cuando no dormimos lo suficiente, estos desechos no se eliminan adecuadamente, aumentando el riesgo de padecer demencia a largo plazo.