Volví de mi viaje de negocios antes de lo esperado. No le dije a nadie que regresaba

—Anna, tenemos que hablar.
Rodé los ojos. Ya sabía de qué iba esto.
—No tenemos nada que hablar. Miguel está desesperado. Te está quitando todo —dijo ella, indignada, como si yo fuera la villana.
Me crucé de brazos.
—Ah, ¿ahora él es la víctima?
—Cariño, sí cometió un error, pero eso no significa que debas arruinarle la vida.

Solté una risa sin humor.
—Fue él el que arruinó mi vida, mamá. Me engañó. Dejó embarazada a mi mejor amiga y todos ustedes lo encubrieron y ahora tendrás la osadía de decirme que estoy siendo cruel.
Ella suspiró, extendiendo la mano, pero la aparté.

—¿Lo que le estás haciendo a él? ¿Eso no es injusto, Anna?
La ira ardía en mi pecho.
—Ah, ¿quieres hablar de lo que es justo? ¿Fue justo que yo pagara la hipoteca sola mientras él se acostaba con mi amiga? ¿Fue justo que yo trabajara un montón mientras él se hacía el marido perfecto? Ahora él afronta las consecuencias.

Me miró como si yo fuera un monstruo.
—No tiene a dónde ir.
Encogí los hombros.
—No es mi problema.

Negó con la cabeza con incredulidad.
—No te crié para que fueras así, Anna, y no esperaba que mi propia madre se pusiera del lado de un maldito infiel.
Me giré y entré en mi edificio sin mirar atrás.

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