Volví de mi viaje de negocios antes de lo esperado. No le dije a nadie que regresaba

Quedar embarazada de mi mejor amiga mientras yo pagaba todas las cuentas.
Mi suegra se levantó indignada.
—Esto es demasiado. Miguel solo buscaba la felicidad que tú no podías darle. Siempre ocupada. Siempre trabajando.
—Tienes razón, Rosa. Estaba demasiado ocupada… ocupada para pagar la hipoteca de esta casa en la que tu hijo dormía con mi amiga.

Miré alrededor de la sala.
Cada cara familiar ahora parecía la de un extraño.
—¿Sabes qué? Puedes quedarte con la casa, los muebles, los regalos. Pero Miguel, te sugiero que consigas un buen trabajo porque no tendrás acceso a mi dinero nunca más.
—¿De qué estás hablando? —preguntó él, palideciendo.
—Hablo de que mientras yo estaba fuera del país, no sólo estaba trabajando. También estaba consultando un abogado. Tengo pruebas de cada centavo que invertí en esta casa, en ti, en nuestro matrimonio.

Salí de esa casa sin mirar atrás. Mis manos temblaban. Mi respiración era errática, pero me negué a quebrarme frente a ellos. No se merecían ver mis lágrimas. Me alejé, ignorando las miradas curiosas de los vecinos, que probablemente habían escuchado cada palabra del escándalo que acababa de estallar.

Me metí en mi coche y cerré la puerta de un portazo. Mis manos se aferraban al volante con tal fuerza que mis dedos se pusieron blancos. Mi visión se nublaba, pero me negué a llorar. Arranqué y conduje. Sin destino, sin rumbo, solo huyendo de esa pesadilla. Mi teléfono se inundó de mensajes, llamadas perdidas de mi madre, mensajes de Miguel, incluso de Carmen.

—Por favor, Anna, tenemos que hablar. Esto no debería haber sucedido así. No entiendes toda la situación.
Oh, lo entendí. Lo entendí perfectamente. Entendí que mientras estaba trabajando para mantener mi casa, mi familia, mi matrimonio… ellos estaban juntos. Entendí que cada vez que Miguel me llamaba diciendo que me extrañaba, era una mentira descarada. Entendí que cada vez que Carmen decía que estaba ocupada y no podía hablar, era porque estaba ocupada con él.

Un sabor amargo llenó mi boca. Asco. Asco de mí por no verlo antes. Después de conducir un rato, entré en el aparcamiento de un hotel cualquiera. Necesitaba un lugar para respirar.

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