Preparativos
Raisa Petrovna llamó varias veces. Aclaró detalles, me pidió que llevara los documentos que faltaban.
Reuní los documentos, como si me estuviera recomponiendo: pieza por pieza, firma por firma, sello por sello. Cada papel es una pequeña victoria sobre el pasado. No le conté nada a mi hijo.
No quería que me tuvieran lástima.
Es adulto; lo entenderá todo cuando llegue el momento.
Vova no sospechaba nada.
Incluso se alegró: «¡Parece que te has animado! ¿Quizás te tomes unas vacaciones?».
Sonreí. Que piense que todo está bien. Que disfrute de la calma antes de la tormenta.
Decisión
El lunes recogí la solicitud del abogado.
Las hojas olían a papel nuevo. Letras claras, un sello, una firma.
Raisa Petrovna dijo:
«Cuando la presentes, no te eches atrás. Una segunda oportunidad es el mismo dolor, solo que repetido».
Asentí.
Sabía de lo que hablaba.
Esa noche, estaba sentado en la cocina, sirviéndome un té.
Vova entró, sacó unas salchichas de la nevera y murmuró algo sobre fútbol.
Y lo miré, y no sentí nada. Ni ira, ni lástima. Solo silencio.