Una Presencia Silenciosa…

Se veía pálido pero tranquilo.

La casa de la abuela estaba llena de gente.

Algunos hablaban bajito, otros lloraban y los niños corrían por el patio sin entender bien lo que pasaba.

Pero Camila no se movía.

Desde que llegaron no quiso comer nada ni se sentó.

Solo pidió una silla para poder alcanzar mejor a su papá y estar cerca de él.

Algunos pensaron que estaba en shock, pero la abuela dijo que la dejaran tranquila, que cada uno tiene su forma de despedirse.

La madre no quería discutir y terminó aceptando.

Aunque se notaba cansada y con los ojos hinchados, no insistió más.

Pasaron las horas y el ambiente se fue poniendo más tenso.

Ya era de noche y todavía faltaba para llevar el ataúd al cementerio.

Los adultos empezaron a notar que algo no estaba bien, no con el cuerpo, sino con la niña.

Había dejado de hablar, solo se quedó sentada en la silla con los brazos cruzados sobre el borde, mirando fijamente a su papá.

Algunos intentaron hablarle, pero no respondió.

No lloraba ni hacía ningún gesto.

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