Charlotte les besó la frente con ternura.
«Sí, mi amor. Lo hicimos».
Furioso, Richard dio un paso al frente.
«¿Crees que puedes destruirme? ¡Lucharé!».
Charlotte lo miró impasible.
«Te has destruido a ti mismo, Richard. Solo estoy revelando la verdad».
Mientras Philip era escoltado fuera bajo un aluvión de preguntas, Richard permaneció solo, aislado, con su imperio hecho trizas.
Charlotte se dio la vuelta y abandonó la gala con dignidad, acompañada de sus hijos. Durante años, había sido silenciada, rechazada y obligada al exilio. Pero aquella noche, recuperó su voz, su dignidad y devolvió a sus hijos al lugar que les correspondía.
Y mientras el helicóptero los alejaba hacia el cielo estrellado, Charlotte sintió por fin liberarse del peso del pasado. No solo había regresado, sino que había triunfado.