Entonces lo oyó: un sollozo ahogado, un estruendo, un grito que le heló la sangre.
Corrió a la 207 y gritó: “¡¿Está todo bien ahí dentro?!”. Le tembló la voz, pero se mantuvo firme.
Un silencio tenso. Entonces se acercaron los pesados pasos de Rubén. Entreabrió la puerta un poco, con el rostro irritado.
“Estamos bien”, dijo secamente.
Mariela vislumbró a la chica detrás de él: su mejilla recién marcada, su cuerpo tenso. Ese fue el empujón final.
La verdad detrás de la habitación 207
Mariela apoyó el pie en la puerta. “Quiero hablar con la chica”, dijo con firmeza.