UNA EMPLEADA DE LIMPIEZA ESCUCHÓ LA CONFESIÓN DE LA NOVIA MINUTOS ANTES DE LA BODA Y…

Lo conocía mejor que nadie, incluso más que su propia esposa. Había visto cómo cambió desde que se casó con Sofía. se volvió más frío, más distante, como si algo dentro de él se hubiera apagado. Pero jamás se atrevió a decir nada hasta que los indicios se volvieron imposibles de ignorar. Sofía siempre había sido elegante, encantadora en público, pero Carla comenzó a anotar pequeñas grietas en su máscara, llamadas en voz baja, ausencias injustificadas, excusas mal elaboradas. Una tarde, mientras organizaba la agenda de Diego, escuchó accidentalmente una conversación entre Sofía y alguien más por teléfono.

Solo alcanzó a oír unas pocas palabras. Nos vemos en el hotel. No te tardes, amor. Carla tragó saliva. Ese amor no era para Diego. Lo supo al instante. Tomó una decisión arriesgada. Al día siguiente pidió permiso para salir más temprano y siguió discretamente a Sofía desde la empresa. La vio subir a un taxi y se mantuvo a distancia. El coche se detuvo frente a un hotel boutique discreto pero elegante. Carla estacionó una cuadra más atrás. Esperó. 20 minutos después lo vio Pablo Ríos, el consultor externo, entraba al lugar con paso confiado.

No había margen de duda. Carla bajó del auto, cruzó la calle y se escondió cerca de la entrada. Minutos después, la puerta del lobby se abrió y los vio salir juntos, abrazados. Se besaron con intensidad, sin notar que estaban siendo grabados. Carla, con el corazón en la garganta apuntó su celular y capturó todo. Al día siguiente, sin decir una palabra, se presentó en la oficina de Diego, cerró la puerta con llave y le entregó el teléfono. Tienes que ver esto.

Diego tomó el celular sin entender, pero al ver las imágenes, su rostro se transformó. De incredulidad pasó a furia y luego al dolor más crudo. ¿Desde cuándo sabes esto?, preguntó con voz quebrada desde ayer. Perdóname, Diego, no podía estar segura antes. Diego se dejó caer en la silla. Todo lo que había ignorado, todas las advertencias que había desestimado, le estallaban en la cara. Sofía lo había engañado y no solo con otro hombre, con Pablo, su supuesto amigo, su traidor.

Ese mismo día, Lucía, aún bajo el nombre de Valentina, descubrió lo que sería la pieza final del rompecabezas. Mientras organizaba documentos financieros, notó una serie de transferencias dirigidas a una empresa llamada Ribas Consulting con sede en Panamá. El monto total superaba los $500,000 y lo más alarmante, los pagos estaban aprobados por correos manipulados aparentemente firmados por Diego. Aquí está, le dijo a Paola por mensaje. El robo está documentado y hay registros que vinculan a Pablo como intermediario.

Esto ya no es solo un fraude, es una bomba, respondió su amiga. Lucía sabía que ya era momento de actuar. Con todos los archivos respaldados, envió una copia al correo personal de Diego con un remitente anónimo. Le adjuntó un mensaje sencillo. Confirma lo que ya sospechas. No estás solo. Ella no es quien dice ser. Horas después, Diego le pidió a Carla que organizara una cena privada. Solo tres personas estarían presentes, él, Sofía y Valentina Morales. ¿Estás seguro?

preguntó Carla preocupada. Completamente. Ya no puedo seguir viviendo con esta mentira. La noche llegó. En el comedor privado del restaurante más exclusivo de la ciudad, Sofía llegó como si nada, vestida de rojo, segura de sí misma. No sabía que aquella cena sería su ruina. Diego estaba serio, impenetrable. Lucía, vestida con un discreto vestido negro, permanecía en silencio, sentada al lado opuesto de la mesa. Sofía la miró con desprecio. Ella, ¿por qué está aquí? Porque tengo algo que decirte.

Intervino Lucía quitándose los lentes que usaba como parte de su disfraz. No me reconoces, Sofía. Sofía palideció. Sus ojos se agrandaron al ver el rostro de Lucía sin la máscara de Valentina. Tartamudeó. Tú aku, ¿qué haces aquí? Volví por la verdad y por justicia, respondió firme. Diego colocó el celular sobre la mesa, dio play al video. El silencio en la sala fue sepulcral. Las imágenes de Sofía besándose con Pablo brillaban en la pantalla. No había cómo negarlo.

Ella intentó tomar el teléfono, pero Diego lo retiró con fuerza. ¿Eso también es mentira?, preguntó él con los ojos vidriosos. Es un montaje, es una trampa. Esa mujer está loca. Y esto también es montaje, añadió Lucía sacando un sobre con copias de las transferencias bancarias y los contratos falsificados. También vas a decir que no conoces a Rivas Consulting. Sofía se levantó de golpe. Su voz temblaba. Ustedes me tendieron una trampa. Esto es ilegal. Lo ilegal es lo que tú hiciste.

Robaste medio millón de dólares y me mentiste durante años”, dijo Diego con una frialdad que congelaba. Sofía rompió en llanto. Por primera vez su máscara se resquebrajaba. “Yo te amaba. Pablo, solo fue un error. Basta, interrumpió Diego. Te vas de mi vida y te vas esta misma noche. ” Lucía la miró con compasión, pero no dijo nada. No por lástima, sino porque sabía que la caída de Sofía apenas comenzaba. Al salir del restaurante, Sofía fue abordada por un agente judicial con una notificación de investigación fiscal.

Leave a Comment