Un profesor sin esposa ni hijos acepta adoptar a tres huérfanos, y el final es simplemente inimaginable…

«Es tu casa, papá. Nos lo has dado todo. Ahora te toca tener algo bonito».

Le entregaron las llaves, no solo de la casa, sino también de un elegante coche plateado aparcado en la entrada. Thomas soltó una carcajada entre lágrimas, negando con la cabeza.

«No deberíais haber… No necesito nada de esto».

Grace sonrió dulcemente.

«Pero tenemos que dártelo. Gracias a ti hemos comprendido lo que es una verdadera familia».

Ese año, lo llevaron en su primer viaje al extranjero: a París, Londres y luego a las montañas suizas. Thomas, que nunca había salido de su pequeño pueblo, descubrió el mundo con ojos de niño.

Enviaba postales a sus antiguos compañeros, siempre firmándolas igual:

«Del Sr. Avery, orgulloso padre de tres.»

Y mientras contemplaba atardeceres en costas lejanas, Thomas comprendió una profunda verdad:

en una ocasión, había salvado a tres niños de la soledad…

pero, en realidad, fueron ellos quienes lo salvaron a él.

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