Un padre y su hija salieron a navegar un fin de semana y nunca regresaron; doce años después, su esposa descubre por qué.

“No sé hasta dónde llegarán, pero no puedo detenerme. Si algo me pasa, por favor que sepan que no fue un accidente. Nunca expondría a Laura a un riesgo que no pueda controlar. Si ella está conmigo, es porque estoy seguro de que es un simple fin de semana. No espero problemas. Pero… por si acaso. —J.”

María sintió que algo se quebraba dentro de ella. Julián había sospechado, pero no esperaba que nadie fuera tan lejos como para atacarlo mientras navegaba con su hija.

—Gabriel —susurró—. ¿Crees que los interceptaron?

—Las imágenes lo confirman. La lancha era de ellos. Pero hay algo más… —Gabriel le mostró un mapa náutico—. La última señal del móvil no estaba en mar abierto. Estaba muy cerca de una plataforma abandonada que usaba Navíos Aranda en los noventa.

El capitán del Valle se unió a la investigación informal cuando María le contó sus avances. Con su ayuda, consiguieron acceder legalmente a los registros de la empresa y descubrieron que tres empleados desaparecieron del radar al mismo tiempo que Julián y Laura. Los tres habían trabajado en operaciones irregulares.

Finalmente, una declaración inesperada llegó de parte de uno de ellos —localizado en Portugal tras años oculto—. A través de una videollamada anónima, confesó:

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