*”Servirá”, dijo Sophia, tirando la solicitud de Emily a un lado mientras le indicaba a su asistente personal que la llamara y la contratara.
Unos días después, Emily llegó. Era una joven tranquila y modesta, de apenas 22 años, de rasgos suaves y ojos grandes y nerviosos. Su piel era de un castaño oscuro, su cabello siempre recogido en un moño pulcro, y vestía ropa sencilla que delataba su modesta crianza. A pesar de su apariencia humilde, tenía un aire de determinación, una fuerza discreta que Sophia no notó al principio, pero que más tarde envidiaría.
Sophia no perdió tiempo en presentarle a Emily sus tareas. La joven criada se encargaba de limpiar su habitación y la de su esposo. Como la pareja ya no se hablaba directamente, Emily se convirtió en el puente entre ellos. Siempre que Sophia necesitaba comunicarse con William, le enviaba un mensaje a Emily, y lo mismo ocurría con William, quien usaba a Emily para transmitirle mensajes a su esposa.
Al principio, Emily simplemente estaba agradecida por el trabajo. Llevaba meses sin trabajo, y esta oportunidad era una bendición, aunque el ambiente frío y tenso de la mansión la inquietaba. Más importante aún, el dinero de este trabajo ayudaría a su madre enferma, que estaba en el hospital luchando contra una enfermedad que requería un tratamiento costoso. Para Emily, el fracaso no era una opción. Necesitaba conservar este trabajo, pasara lo que pasara.
Emily trabajaba incansablemente para cumplir con los estándares imposibles de la pareja. Sophia apenas reconocía su presencia, salvo para ladrar órdenes o entregarle listas de compras. Emily pasaba las mañanas puliendo los suelos de mármol, quitando el polvo de las grandes lámparas de araña y asegurándose de que la habitación de Sophia permaneciera impecable.
William, en cambio, era diferente. A diferencia de Sophia, que la trataba como una sombra, William solía observarla mientras trabajaba, siguiéndola con la mirada mientras recorría las habitaciones. Al principio, Emily no notó sus miradas persistentes —estaba demasiado concentrada en sus tareas—, pero pronto empezó a sentir su presencia con mayor intensidad. Había algo inquietante en su mirada, algo que le ponía los pelos de punta.
Una noche, mientras Emily limpiaba la habitación de William, este apareció en la puerta, apoyado en el marco con una sonrisa burlona.
Un jefe millonario dejó embarazada a su empleada doméstica y la echó a la calle. ¿Qué pasó después de que diera a luz a trillizos?
Capítulo 2
“Lo has estado haciendo bien, Emily”, dijo William en voz baja y suave. “La casa no se veía tan bien en mucho tiempo”.
Emily hizo una pausa, secándose las manos en el delantal mientras permanecía nerviosa junto a la cama.
“Gracias, señor. Solo hago lo que puedo”.