«Girasoles», dijo Lucas con una sonrisa. «A ella le encantaban esos».
Daniel le devuelva la sonrisa. «Lo son los girasoles».
Cuando se dieron la vuelta para volver al coche, Daniel se dio cuenta de algo.

Este no fue el final de una historia.
Fue el principio.
El comienzo de una segunda oportunidad, una redención que no sabía que necesitaba, que le dio el milagro más inesperado.
Su hijo.