Las pruebas de una madre soltera
Criar a un hijo es difícil. Criar a cinco, sin ayuda, es prácticamente imposible. Pero esta mujer se negó a rendirse.
Trabajaba día y noche, aceptando trabajos que pocos querían. Limpiaba oficinas después del cierre, cosía ropa al amanecer y ahorraba hasta el último centavo para que sus hijos tuvieran comida y techo.
Sin embargo, el mundo era cruel.
Los vecinos murmuraban a sus espaldas. Los desconocidos la miraban fijamente en la calle. Los caseros le cerraban las puertas de golpe al ver a sus hijos mestizos. A veces, le negaban la vivienda porque “no encajaba”.
Pero su amor permaneció inquebrantable. Cada noche, agotada como estaba, arropaba a sus hijos, repitiendo las mismas palabras:
“Puede que no tengamos mucho, pero tenemos honestidad. Tenemos dignidad. Y nos tenemos los unos a los otros”.
Los niños crecieron.
Los años pasaron. A pesar de los rumores, las dudas y la ausencia de su padre, los cinco hijos prosperaron. Cada uno desarrolló talentos únicos que, en última instancia, moldearían su futuro.
Uno se convirtió en arquitecto, diseñando edificios hermosos y funcionales.
Otro estudió derecho y se convirtió en abogado, un defensor de la justicia.
Otro descubrió su pasión por la música y se convirtió en cantante.
Otro forjó una carrera como consultor, asesorando a empresas.
El último abrazó la creatividad y se convirtió en artista.
 
					