UN ENFERMERO FUE CONTRATADO PARA CUIDAR A UN ANCIANO DE 87 AÑOS, Y NOTÓ QUE TODAS LAS MAÑANAS…

piso de mármol pulido, y gesticuló para que Diego lo siguiera mientras hablaba en un tono que sonaba más como una orden militar que una conversación casual. Explicó que Arturo, su padre de 87 años, necesitaba cuidados constantes debido a su avanzada edad y algunas limitaciones físicas que se habían desarrollado a lo largo de los últimos años. La rutina debería ser rigurosamente seguida, con horarios específicos para medicamentos, comidas y actividades sin excepciones o improvisaciones que pudieran comprometer el bienestar del anciano.

Durante la explicación, Ricardo mantenía los brazos cruzados y hablaba sin mirar directamente a Diego, como si estuviera recitando instrucciones que había repetido muchas veces antes a otros empleados. Mi padre puede ser difícil a veces”, dijo Ricardo deteniéndose abruptamente y mirando a Diego con ojos penetrantes. Espero que sepa lidiar con situaciones complicadas sin crear problemas innecesarios para esta familia. El enfermero asintió con la cabeza, aunque una sensación extraña comenzaba a formarse en su estómago mientras observaba la postura rígida de Ricardo y la forma en que hablaba sobre su propio padre.

Diego había trabajado con muchas familias a lo largo de su carrera de 15 años como enfermero y sabía reconocer cuando había tensiones no resueltas entre parientes. Pero algo en esta situación parecía diferente, más profundo y perturbador. La manera en que Ricardo evitaba el contacto visual cuando mencionaba a Arturo y como sus manos se cerraban en puños discretos enviaba señales de alerta que Diego no podía ignorar. Había una frialdad en las palabras de Ricardo que iba más allá de la preocupación normal de un hijo responsable, algo que sonaba más como irritación que amor filial.

Puedo garantizar que haré todo lo que esté a mi alcance para proporcionar el mejor cuidado posible, respondió Diego con sinceridad. Mi prioridad siempre será el bienestar y la dignidad del paciente. Ricardo lo condujo a través de largos pasillos decorados con cuadros antiguos y mobiliario de época, cada paso revelando más sobre la riqueza de la familia, pero también sobre el ambiente frío e impersonal que impregnaba cada habitación de la mansión. Las paredes parecían absorber cualquier calor humano, creando una atmósfera que hacía que Diego sintiera como si estuviera caminando a través de un museo en vez de un hogar donde las personas vivían y compartían momentos de afecto.

Pasaron por una sala de estar lujosa con sillones de cuero y una chimenea de mármol, pero ningún signo de que alguien realmente usara aquel espacio para relajarse o convivir. Las alfombras persas cubrían pisos de madera encerada y jarrones con flores frescas decoraban mesas de centro, pero todo parecía arreglado con perfección artificial, como un escenario montado para impresionar a visitantes en vez de proporcionar comodidad a los residentes. “Las reglas son simples”, dijo Ricardo deteniéndose frente a una puerta de madera oscura al final del pasillo.

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