Lágrimas comenzaron a escurrir silenciosamente por sus mejillas mientras luchaba internamente con la decisión de revelar secretos que había guardado por mucho tiempo. Arturo miró una vez más hacia la puerta, después a las marcas en sus brazos y finalmente de vuelta a Diego con una expresión que mezclaba esperanza y terror. El silencio se extendió por minutos que parecieron horas, mientras Diego esperaba pacientemente que el anciano encontrara coraje para hablar. Era claro que Arturo quería desesperadamente contar la verdad, pero también estaba aterrorizado por las posibles consecuencias de romper un silencio que había mantenido por tanto tiempo.
El momento estaba cargado de emoción y significado, representando una encrucijada que podría cambiarlo todo para ambos. Diego, hay cosas sucediendo en esta casa que comenzó Arturo, pero se detuvo abruptamente. Cosas que una persona buena como tú no debería tener que presenciar o involucrarse. Diego sintió su corazón acelerarse cuando percibió que Arturo finalmente se estaba preparando para revelar algo importante, pero también notó la lucha interna que el anciano estaba enfrentando entre el deseo de buscar ayuda y el miedo a las consecuencias.
El enfermero se posicionó de forma que quedara frente a Arturo, manteniendo contacto visual directo para demostrar que estaba completamente enfocado y presente para escuchar lo que sea que el anciano necesitara decir. Había una energía de expectativa y tensión en el aire, como si el destino de ambos dependiera de las próximas palabras que serían intercambiadas entre ellos. Diego podía sentir que estaba a punto de descubrir algo que cambiaría fundamentalmente su comprensión de la situación en la mansión y de su papel como cuidador.
La responsabilidad de recibir esa información pesaba sobre él, pero también había una determinación creciente de proteger a Arturo de cualquier mal que pudiera estar enfrentando. Señor Arturo, sea lo que sea que esté sucediendo, quiero que sepa que no está solo”, dijo Diego con convicción. Estoy aquí para ayudarlo, independientemente de cuán complicada pueda ser la situación. Las palabras de aliento de Diego parecieron tener un efecto profundo en Arturo, quien cerró los ojos por un momento y respiró profundamente, como si estuviera reuniendo coraje para dar un paso que no tendría vuelta atrás.
Cuando abrió los ojos nuevamente, había una determinación renovada en su mirada, mezclada con una vulnerabilidad que tocó profundamente el corazón de Diego. El anciano miró una última vez hacia la puerta, verificando si estaba cerrada, y entonces se acercó ligeramente a Diego, bajando la voz hasta un susurro casi inaudible. La atmósfera en el baño se volvió aún más tensa y cargada, como si el propio aire estuviera esperando la revelación que estaba a punto de suceder. Diego podía sentir su propio corazón latiendo fuerte en el pecho mientras esperaba que Arturo encontrara las palabras para expresar lo que había estado guardando por tanto tiempo.
“Diego, lo que voy a contarle puede parecer imposible de creer”, susurró Arturo. “Pero necesito que alguien sepa la verdad antes de que sea demasiado tarde.” Arturo comenzó a hablar en voz aún más baja, contándole a Diego sobre incidentes nocturnos que venía experimentando desde hacía varias semanas, situaciones que inicialmente había intentado racionalizar como pesadillas o confusión mental relacionada con la edad avanzada. Él describió despertarse durante las madrugadas con dolores inexplicables y la sensación de que algo había ocurrido mientras dormía, pero sin memorias claras de los eventos.