Un empresario millonario apareció sin previo aviso en el hogar de su empleada — lo que descubrió allí cambió su vida para siempre…

Cuando cumplió siete años, reuní valor para pedirle un favor a la señora Malik.

—Por favor, deje que Laila estudie con sus hijos. Yo pagaré la matrícula, trabajaré más horas…

La señora me miró con desdén.

—Mis hijos no se mezclan con niños de tu clase —dijo, y me dio la espalda.

Me dolió, pero no me detuvo. Matriculé a Laila en una escuela pública, aunque tenía que caminar kilómetros descalza. Jamás se quejó. Volvía sudada, con los zapatos rotos, pero con los ojos brillando de orgullo al contarme lo que había aprendido.

V. El vuelo de Laila

Los años pasaron y el talento de Laila se volvió imposible de ocultar. Ganaba premios, concursos, reconocimientos. Un profesor de una prestigiosa universidad la descubrió en una competencia de ciencias.

—Esta niña es un genio —dijo.

A los catorce años ya soñaba con el extranjero. Solicitó becas, llenó formularios que ni yo entendía, y contra todo pronóstico fue aceptada en una de las universidades más importantes del mundo.

Recuerdo la cara de la señora Malik cuando se lo conté.

—¿La muchacha que vive en la parte de atrás es tu hija? —preguntó sorprendida.

—Sí, señora. Laila, la misma que ha crecido limpiando su casa.

Su silencio fue el mejor reconocimiento que jamás me dio.

VI. El derrumbe de la mansión

Laila partió con lágrimas en los ojos, prometiéndome que volvería. Yo me quedé en la mansión, invisible como siempre.

Entonces la tragedia golpeó. El señor Malik sufrió un derrame cerebral. El negocio familiar, antes tan poderoso, se vino abajo. Los amigos ricos desaparecieron. Las puertas de los hospitales de élite se cerraron en su cara.

La señora Malik, tan orgullosa, se encontraba sola y desesperada.

VII. El regreso inesperado

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