La vida no siempre nos da lo que pedimos en el momento que lo queremos. Pero cuando decide concederlo, nos lo entrega en el instante perfecto.
A mis 45 años, puedo decirlo sin temor:
Nunca es tarde para que el milagro llegue.
Nunca es tarde para que la vida sorprenda.
Nunca es tarde para convertirse en padre.
Mientras escribo, él duerme a mi lado, respirando con un ritmo suave, como si el universo se hubiera reducido a ese pequeño pecho subiendo y bajando.
Mi esposa, agotada, descansa también. Yo los miro, y sé que ya no necesito nada más.
Hoy soy rico. Hoy soy completo. Hoy soy padre.
Y este es apenas el primer capítulo de la historia más hermosa de nuestras vidas.