“¡TE DOY MIL DÓLARES SI ME ATIENDES EN INGLÉS!” SE BURLÓ EL MILLONARIO… LO QUE ELLA DIJO CAMBIÓ TODO

Esa noche, mientras guardaba sus cosas, sintió que alguien se acercaba. Era Eric de pie junto a la puerta. Escuché que te llamaron dijo con voz seria. Tuviste problemas por mi culpa. Nada que no pueda soportar, respondió ella sin mirarlo. Estoy acostumbrada a que me midan por lo que otros piensan. Eric respiró hondo. No quiero ser otro de esos otros.

Entonces, no lo sea, pero tampoco intente salvarme. No necesito salvadores, señr Von Bauer. Su tono no fue hostil, solo honesto. Eric asintió, aceptando el límite. Entiendo, pero aún así, si algún día decides contarme tu historia, prometo escucharla completa sin interrumpir. Valeria lo miró por un instante y algo en su mirada cambió.

No era desconfianza, era esa mezcla de sorpresa y ternura que aparece cuando alguien empieza a bajar sus propias defensas. La lluvia seguía cayendo afuera, lavando las calles y los reflejos de las luces. Y entre el ruido del agua y los silencios compartidos, ambos sintieron algo que ninguno se atrevía a nombrar.

Esa noche, mientras Valeria cerraba el restaurante, pensó en su madre, en Mateo, en todo lo que había perdido. Y por primera vez en mucho tiempo no se sintió sola. Lo que ella no sabía era que al día siguiente alguien más iba a irrumpir en su rutina y poner a prueba todo lo que empezaba a sanar. El amanecer trajo consigo un aire distinto.

Los periódicos locales hablaban de una nueva inversión hotelera en la Ciudad de México y el nombre de Eric Vonbauer aparecía en todas las portadas. Su imagen, el empresario perfecto, el hombre de éxito, volvía a brillar. Pero detrás de esa sonrisa de revista, algo había cambiado. Su mente seguía atrapada en aquel restaurante, en la voz de una mujer que lo había enfrentado con dignidad.

Esa misma mañana, Valeria Torres llegó temprano a Luna de Polanco. El ambiente estaba tenso. Algunos empleados la miraban con curiosidad, otros con lástima. Camila la interceptó antes de que entrara a la cocina. Vale, tenemos un problema. ¿Qué pasó?, preguntó preocupada. Un periodista estaba afuera hace un rato. Dicen que anda buscando información sobre ti y sobre el señor Von Bauer. Valeria se quedó helada.

Sobre mí. ¿Por qué? Camila bajó la voz. Parece que alguien vio a Eric salir de aquí contigo la otra noche. Están insinuando cosas. Valeria sintió un nudo en el estómago. Eso no es cierto. Lo sé, pero la gente no necesita verdad, solo rumores. A mediodía, Lucía Treviño, la dueña, llegó furiosa. Valeria.

Su voz resonó en todo el restaurante. A mi oficina ahora. El tono bastó para que todos bajaran la cabeza. Dentro, Lucía arrojó un celular sobre el escritorio. En la pantalla una foto. Valeria y Eric hablando en la puerta con lluvia de fondo. A simple vista parecía una escena íntima. ¿Puedes explicarme esto?, preguntó la dueña. Estábamos hablando.

Nada más. Nada más. La gente no lo ve así. ¿Sabes lo que implica tener al dueño de media ciudad relacionado con una mesera? Valeria respiró hondo. No tengo control sobre lo que inventan los demás, señora. Lucía la observó un instante cruzando los brazos. Me temo que sí tienes control sobre tu permanencia aquí. Está diciéndome que estoy despedida.

Estoy diciéndote que necesito proteger la reputación del restaurante, aunque eso signifique destruir la mía. La dueña no respondió. El silencio bastó. Valeria salió con los ojos llenos de lágrimas contenidas. Camila la abrazó sin decir palabra, pero antes de que pudiera irse, una voz firme se escuchó desde la entrada. Ella no va a ninguna parte. Todos giraron.

Eric Vonbauer estaba allí de pie con el rostro serio, sin el brillo arrogante de siempre. Lucía lo miró sorprendida. Señor Vonbauer, no esperaba su visita. Ya veo, pero vine justo a tiempo. Su mirada se detuvo en Valeria. Cualquier problema con ella es asunto mío. Lucía se tensó. Señor, con todo respeto, este restaurante no puede.

Este restaurante, interrumpió él apoyando las manos en el escritorio. Pertenece a mi grupo de inversión desde hace dos semanas, así que sí puede. El silencio fue inmediato. Camila se tapó la boca incrédula. Lucía bajo la vista. No sabía que había adquirido participación, señor Vbauer. Ahora lo sabe y también sabe que nadie va a tocar a la señorita Torres.

Valeria estaba paralizada. No entendía si aquello era una defensa o una nueva humillación. No necesitaba que me protegiera, señor, dijo con voz temblorosa. Él la miró con ternura contenida. Lo sé, pero no podía quedarme callado mientras otros hacían lo que yo hice una vez. Por un instante, todo quedó suspendido. Lucía asintió en silencio y se retiró derrotada.

Camila tomó la mano de Valeria emocionada y Eric, sin decir nada más, se dio la vuelta y salió bajo la llovisna que empezaba a caer. Valeria lo siguió con la mirada desde la puerta. Entre las gotas lo vio detenerse y levantar la vista al cielo como si buscara perdón en la lluvia.

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