Había algo casi melancólico en esa época de papel carbón y teclas metálicas, cuando las oficinas resonaban con el incesante tecleo y los dictados se transcribían con rigor. Las manos se manchaban de tinta, los dedos terminaban entumecidos, pero al final del día, quedaba la satisfacción de haber transformado el caos del lenguaje hablado en un orden preciso sobre la hoja.

Con la llegada de la tecnología, el sistema Gregg y las viejas máquinas de escribir fueron desplazados. Hoy, pocos recuerdan aquellos días en que la velocidad no dependía de un software, sino del esfuerzo humano. Sin embargo, en alguna parte, aún quedan libretas olvidadas con símbolos misteriosos, testigos de una época en la que las palabras se atrapaban a mano, con paciencia y determinación. ¿Tienes algún recuerdo o experiencia con la taquigrafía? ¿Crees que debería seguir enseñándose hoy en día? Déjanos tus comentarios.