SU PADRE LA CASÓ CON UN MENDIGO PORQUE NACIÓ CIEGA — Y ESTO FUE LO QUE PASÓ

El mendigo, llamado Yusha, la llevó en silencio por el camino. No habló por un largo rato.
Llegaron a una choza deteriorada en la orilla del pueblo. Olía a tierra mojada y humo.

—No es mucho —dijo Yusha en voz baja—, pero aquí estarás a salvo.

Ella se sentó en un petate viejo, aguantando las lágrimas.
Ésa era su vida ahora: una joven ciega, casada con un mendigo, viviendo en una choza hecha de barro y esperanza.

Pero algo extraño pasó esa misma noche.

Yusha le preparó té con manos suaves.
Le dio su propio abrigo y durmió junto a la puerta, como un guardián protegiendo a su reina.
Le habló con sinceridad, preguntándole qué historias le gustaban, qué sueños tenía, qué comidas le traían alegría.
Nadie antes le había preguntado nada así.

Los días se convirtieron en semanas.
Yusha la acompañaba al río cada mañana, describiéndole el sol, los pájaros, los árboles — con una poesía tan viva que Zainab casi podía verlos en su mente.
Le cantaba mientras ella lavaba la ropa, y por las noches le contaba historias sobre estrellas y tierras lejanas.
Zainab rió por primera vez en años.
Su corazón empezó a abrirse.
Y en esa pequeña y extraña choza… ocurrió lo inesperado:
Zainab se enamoró.

Una tarde, mientras tomaba su mano, le preguntó:

—¿Siempre fuiste mendigo?

Yusha dudó. Luego respondió con voz suave:

Leave a Comment