Su ESPOSO LA EMPUJÓ AL MAR POR SU AMANTE… Tres años después, ella regresa para vengarse…

Casi estaba de pie frente a su tocador, mirando su reflejo mientras se arreglaba. Se cumplían 5 años desde que se había casado con Olivier y este año quería celebrar su aniversario de una forma especial. Durante semanas había preparado pequeñas sorpresas, deseos escritos a mano que guardaba en secreto, sus platos favoritos que había aprendido a cocinar a escondidas y un álbum de recuerdos que narraba su historia juntos. Pero aquella mañana Olivier la había sorprendido con un gesto inesperado.

Yo también preparé algo”, le dijo con una sonrisa que parecía cansada. “Vamos al mar. Alquilé un barco privado. Solo tú y yo.” Los ojos de Casie se iluminaron. “Tú hiciste esto”, susurró abrazándolo con fuerza. Últimamente has estado tan distante. Pensé que lo habías olvidado. Él la abrazó de vuelta, pero sus brazos estaban rígidos. Casi no lo notó. Solo veía al hombre que aún amaba. Para ella, ese viaje significaba un nuevo comienzo. Para Olivier era una despedida. Al llegar al muelle privado, la brisa marina acarició el cabello de Casie, cerró los ojos por un instante y respiró el aire salado.

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Es hermoso exclamó conmovida por el horizonte dorado. Olivier le ofreció la mano y la ayudó a subir a bordo. El barco se mecía suavemente mientras una gaviota solitaria graznaba a lo lejos. Casi no vio a Valerie, una mujer vestida de blanco sentada dentro de un auto estacionado a la distancia. Observaba en silencio como abordaban. Una vez en altamar, Olivier sirvió vino. Por nosotros, dijo levantando su copa. Por un nuevo comienzo. Chocaron las copas con una sonrisa tímida.

Durante largo rato casi no dejó de hablar. Recordó su primera cita, las bromas de Olivier, su risa que tanto extrañaba y su deseo de tener pronto un hijo. Oliviera sentía, pero no la escuchaba. Su mente estaba en otro lugar. fría, calculadora, “Ven al borde”, le dijo al acercarse el atardecer. “Podríamos tomarnos una foto con la luz del sol detrás.” Casi rió y se apartó el cabello del rostro. “¿Otra vez quieres fotos conmigo?”, bromeó. Se acercó al borde con los brazos abiertos, el corazón rebosante de emoción.

Olivier se colocó detrás de ella y por un segundo el mundo pareció detenerse. Entonces, con un solo movimiento, todo cambió. El grito de Casie desgarró el aire. Su cuerpo cayó violentamente al agua. Olivier retrocedió un paso. El océano se tragó a su esposa en completo silencio. Con frialdad lanzó al agua su bufanda. Adiós, Casie”, susurró antes de regresar solo al puente. Las olas golpeaban suavemente el casco del barco, ignorando el silencio espeso que descendió sobre la cubierta.

Olivier permaneció inmóvil con la mirada clavada en el punto donde ella había desaparecido. Su grito había sido solo un eco fugaz, ahogado por el rugido del mar y el abismo alrededor. No arrojó una bolla, no pidió ayuda, no lloró. sacó su teléfono, respiró hondo y marcó un número. “Habla el capitán Olivier”, dijo con voz temblorosa. “Mi esposa”, resbaló, cayó por la borda, dejó que su voz se quebrara y cayó de rodillas, aferrándose al borde del barco. No hubo lágrimas, solo un silencio contenido, un acto calculado y el suave tic tac de su reloj de lujo.

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