“Su esposa lo dejó a él y a sus cinco hijos — diez años después, ella regresó y se sorprendió al ver lo que había hecho.”

Pero la pregunta seguía colgando en la casa: ¿Cuál era realmente el motivo del regreso de Sarah?

Una noche, después de que los niños se durmieron, Sarah se sentó en el balcón trasero junto a James. Las luciérnagas danzaban sobre el césped. Una brisa fría agitaba el silencio.

—“Me ofrecieron un trabajo en Chicago,” dijo ella. —“Es una buena oportunidad. Pero si me quedo, tendré que renunciar a eso.”

James la miró. —“¿Quieres quedarte?”

Respiró con voz temblorosa. —“Sí. Pero solo si ellos realmente me quieren aquí.”

James miró las estrellas. —“No vuelvas a la casa que dejaste. Ese capítulo terminó. Los niños construyeron algo nuevo—y yo también.”

—“Lo sé,” dijo ella.

—“Tal vez te perdonen, quizás aún te amen. Pero eso no significa que vayamos a ser pareja de nuevo.”

Ella asintió. —“No espero eso.”

Lo miró largamente. —“Pero creo que ahora eres la madre que ellos merecen. Y si estás dispuesta a ganarte cada pedazo de confianza… encontraremos la manera.”

Sarah suspiró. —“Eso es todo lo que quiero.”

Un año después

La casa Carter era más animada que nunca. Mochilas amontonadas junto a la puerta, zapatillas en la veranda, olor a espaguetis en la cocina. La última pintura de Zoe colgaba sobre el sofá, y James ayudaba a Mason a modelar un volcán para la clase de ciencias.

Sarah entró con una bandeja de galletas. —“Recién horneadas.” Esta vez, sin pasas, Mason.

—“¡SÍ!” gritó Mason.

Emma se quitó la camiseta. —“¿Podemos terminar la corona después?”

Sarah sonrió. —“Claro que sí.”

Lily observaba desde el pasillo, con los brazos cruzados.

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