La niñita que una vez temblaba de miedo ahora pintaba dibujos para las charlas de su madre: dibujos brillantes de luz solar, seguridad y nuevos comienzos.
Una noche, mientras Amanda arropaba a Lila en la cama en su pequeño apartamento, la niña susurró: “Mami, ya no tienes miedo, ¿verdad?”
Amanda sonrió, apartando el cabello de Lila. “Ya no, cariño. Tú me diste valor”.
Sus vidas estaban lejos de ser perfectas (sesiones de terapia, pesadillas y largos días de reconstrucción), pero tenían libertad. Y eso lo era todo.
Antes de apagar la luz, Amanda miró por la ventana, susurrando una promesa silenciosa a las mujeres que seguían atrapadas como ella lo estuvo una vez: Puedes salir. Mereces la paz.
Si esta historia te conmovió, compártela. Nunca sabes qué vida podrías salvar.
Si tú o alguien que conoces está sufriendo abuso doméstico, llama a la Línea Nacional…