Siempre tuve miedo de mi suegra, pero no porque fuera estricta o dura. Se trataba de dinero.
Conocimos a Ostap en la universidad. Su familia era muy rica: su madre era dueña de una cadena de salones de belleza y su padre administraba concesionarios de automóviles. Nunca esperé que un chico así me prestara atención, pero pronto comenzamos a salir.
Dudé de mí mismo porque crecí en una familia disfuncional. Mi padre se fue cuando yo era todavía pequeño, y mi madre y mi abuela bebían constantemente y traían hombres extraños a casa. Muchas veces me escapaba de casa para evitar ver esta pesadilla.
Después de la escuela entré a la universidad y conseguí una habitación en un dormitorio. Gané un poco de dinero con las artesanías, haciendo pulseras y joyas, para poder cubrir pequeños gastos. Pero siempre compraba ropa en tiendas de segunda mano: vaqueros gastados, botas gastadas. Un día Ostap decidió presentarme a sus padres.