Carmen tomó su mano. —El amor se aprende. Y si quieres, podemos aprender juntos.
Seis meses después, la vida de Alejandro era otra. Su lujoso apartamento de Salamanca estaba lleno de juguetes de Adrián. Su agenda de reuniones giraba en torno a los horarios de Carmen en la universidad. Carmen se graduó con honores y empezó a trabajar en la empresa de Alejandro, gestionando programas sociales. Adrián, de nueve meses, gateaba feliz por la casa, llamando “papá” a Alejandro, quien se derretía cada vez como helado al sol.
Pero no todo era perfecto. La familia de Carmen apareció en Madrid, exigiendo parte de la fortuna. Los medios comenzaron a interesarse en la historia del CEO soltero que vivía con una madre soltera. Los accionistas susurraban que Alejandro se estaba distrayendo de los negocios.
—Tal vez debería irme —dijo Carmen una noche, después de leer el enésimo artículo de chismes—. Estoy arruinando tu reputación.
—¿Mi reputación? —Alejandro la miró, incrédulo—. Antes de conocerte era un genio de los negocios sin corazón. Ahora soy un hombre que ha descubierto qué vale la pena vivir. Si esto arruina mi reputación, construiré una nueva.
—¿Y tus socios, tu empresa?
—Mi empresa puede irse al diablo si no acepta que finalmente encontré lo que importa.
Carmen lo miró con lágrimas en los ojos. —Alejandro, ¿qué sientes por mí? ¿Por nosotros?
Alejandro la miró, luego a Adrián dormido en sus brazos. —Los amo —dijo, y al pronunciarlo sintió que algo se liberaba en su pecho—. Te amo a ti, amo a Adrián, amo la familia que somos. Y si el mundo tiene un problema con eso, que el mundo se vaya al carajo.
Carmen lo besó. —Yo también te amo, Alejandro. Por el hombre en que te has convertido con nosotros.
—Cásate conmigo —dijo Alejandro de repente—. Hagamos que esto sea real para siempre.
—¿Estás seguro? Yo no soy de tu clase social, solo soy una chica de barrio con un bebé.
—Eres la mujer más valiente que conozco. Eres la madre del niño que considero mi hijo. Eres todo lo que quiero.
El día del anuncio del compromiso, sucedió lo impensable: el Consejo de Administración de Herrera Holdings convocó una reunión de emergencia. Los accionistas, liderados por Antonio Vega, presentaron un ultimátum: o Alejandro renunciaba a la relación o sería removido de la dirección.
—Alejandro —dijo Vega—, entendemos tu fascinación, pero casarte con una camarera con un hijo bastardo dañaría irreparablemente la imagen de la empresa.
Alejandro sintió la sangre hervir. —Cuidado con cómo hablas de mi esposa y mi hijo.
—No son tu esposa ni tu hijo. Has sido manipulado por una chica astuta.
—¡Basta! —gritó Alejandro, levantándose—. Carmen vale más que todos ustedes juntos.
—Entonces elige —dijo Vega—. La empresa o ella. No puedes tener ambas.