—Tu gorda madre me da asco.
Una semana después vendí en silencio la casa valuada en 30 millones de pesos y desaparecimos, dejando solo una nota.
Ella enloqueció al saber la verdad.
Me alegra que estés aquí.
Quédate hasta el final y dime desde qué ciudad ves mi historia.
Quiero saber hasta dónde ha llegado.
Crucé el portón de hierro pesado de la mansión en Polanco, Ciudad de México.
Pensé que tendría una noche tranquila.

Tal vez sentarme junto a Mateo, mi hijo, contarle algunas historias viejas o ver una película juntos después de que se cancelara la reunión benéfica.
Hacía mucho que no teníamos momentos así… pero en cuanto mis pies tocaron el frío mármol del vestíbulo, una sensación de inquietud se instaló en mi pecho.
El patio estaba vacío.
Ni un alma a la vista.
Fruncí el ceño.