¡QUIEN HAGA HABLAR A MI HIJO SE CASARÁ CONMIGO! DIJO EL MILLONARIO… Y LA EMPLEADA SORPRENDIÓ A TODOS

Julián dejó los cubiertos sobre el plato. Tú investigaste a Elena. Lorena hizo un gesto como de me obligaron. No fue personal, solo tenía dudas y una persona me pasó información. Lo que encontré fue preocupante. ¿Qué encontraste? Su hermano tuvo problemas con la ley. Estuvo preso y ella, bueno, viene de una zona con fama. No digo que eso la haga mala, pero hay que tener cuidado. Benjamin escuchaba todo.

No entendía muchas cosas, pero sabía que hablaban de Elena y no le gustaba como lo hacían. Ella es buena, dijo de repente. Todos lo miraron. Fue la primera vez que hablaba en voz alta frente a más de dos personas. Ella es buena, repitió, me cuida, me escucha, me quiere. Lorena trató de suavizar la cara, pero no pudo. Claro, mi amor, nadie dice lo contrario.

Si lo dijiste, soltó Benjamin con el ceño fruncido. El ambiente se congeló. Julián puso la mano sobre la del niño para calmarlo. Benjamin, tranquilo, no quiero estar aquí. Lorena intentó reírse. Es normal. Los niños se incomodan con los adultos. No me incomoda, me molesta. Julián se puso de pie.

Gracias por la cena, Lorena, pero ya nos vamos. Tan pronto. Sí, me parece suficiente. No te enojes, solo quise advertirte como amiga. Entonces, no necesito más amigos. Tomó a Benjamin de la mano y salió sin decir nada más. Rodrigo los alcanzó en la puerta. Sin saber qué decir. Julián lo miró de reojo. Tú sabías.

Me imaginé que lo intentaría, pero no tenía pruebas. Ahora las tengo. Esa noche Julián llegó a casa con el estómago apretado, no por la comida, sino por la decepción. Sabía que Lorena podía ser dura, pero no sabía que llegaría tan bajo. Acostó a Benjamin, que seguía con el seño fruncido, pero más tranquilo. Le dio un beso en la frente.

No te preocupes, ella no nos va a separar de Elena. ¿Se lo vas a decir a ella? Sí, mañana. Y mientras Benjamin cerraba los ojos, Julián se sentó frente a la ventana con un whisky en la mano y la cabeza llena de decisiones, porque esa noche quedó claro que el juego ya no era elegante, era guerra.

Elena despertó con esa sensación en el pecho que uno tiene cuando sabe que algo se viene abajo, aunque todavía no haya pasado. Era como si el cuerpo lo supiera antes que la mente, como si algo adentro le estuviera avisando. Prepárate, hoy va a doler. No había dormido bien. Se había quedado pensando en Julián, en Benjamin, en la cena a la que no la invitaron, en el silencio incómodo del día anterior. No le gustaba imaginar cosas, pero tampoco era tonta.

Sabía que en ese mundo todo se medía con lupa, que la gente como ella, con un pasado común y una vida sencilla, no tenía permitido equivocarse, que cualquier detalle bastaba para que la voltearan a ver con sospecha. Y ahora su historia ya estaba fuera.

No sabía cómo ni quién, pero estaba segura de que ya se habían enterado de su barrio, de su hermano, de lo que prefería callar. Y si eso había llegado a oídos de los amigos de Julián, ya no había nada más que hacer. Se bañó despacio, sin apuro. Se vistió con ropa simple, sin maquillaje. Mientras preparaba café en la cocina, Leti salió de su cuarto con cara de dormida. ¿No vas a ir hoy? No, ya no.

Por mejor no te metes. ¿Pasó algo? Elena dudó. No quería hablar mucho, solo me di cuenta que no encajo allá. ¿Te hicieron sentir mal? No directamente, pero a veces ni hace falta. Lety no dijo nada más. se acercó, le dio un abrazo por la espalda, corto, pero fuerte, y luego se fue a terminar de arreglarse para la prepa.

Elena se quedó sola, mirando la taza de café humeante, como si ahí pudiera leer el futuro. Al otro lado de la ciudad, Julián se preparaba para ir a buscarla. Había estado escribiendo y borrando mensajes toda la mañana. ¿Podemos hablar? ¿Estás bien? Puedo verte. Ninguno le parecía suficiente. Sabía que ella debía estar herida.

No solo por lo que dijo Lorena en la cena, sino por no haberla defendido antes, por haberla dejado afuera. Benjamin, en cambio, estaba molesto. No hablaba mucho, pero se notaba en la forma en que arrastraba los pies, en cómo empujaba las sillas al pasar, en cómo respondía con monosílabos. Cuando Julián le preguntó qué quería desayunar, solo dijo, “Nada, ¿te pasa algo?” “No, ¿estás enojado?” Sí, conmigo.

Benjamin no respondió, solo se cruzó de brazos y se quedó mirando la ventana. ¿Por qué estás enojado? Porque dejaste que le dijeran cosas feas a Elena. Julián respiró profundo. Sabía que tenía razón. Fue un error. No debía haberla dejado fuera. Quise protegerla, pero la lastimé. Y ya le pediste perdón. Voy para allá.

Benjamin se giró y lo miró con una seriedad que no parecía de su edad. No tardes, porque si no vuelve, yo tampoco voy a hablar. Esa frase lo dejó helado. Julián lo abrazó sin decir nada más. Luego agarró las llaves del coche y salió directo a casa de Elena. Cuando llegó, tocó el timbre con el corazón latiéndole en la garganta.

Pasaron varios segundos antes de que ella abriera la puerta. Llevaba una camiseta sencilla y el cabello recogido con una pinza. Tenía cara de cansancio, pero también de que ya había tomado una decisión. Hola, dijo él apenas viéndola. Hola, ¿puedo pasar? No, el silencio que vino después fue incómodo, pero necesario. Entiendo que estés molesta. Empezó él. No estoy molesta, Julián. Estoy decepcionada. Es diferente. No quise dejarte afuera.

Solo pensé que si no ibas, nadie te atacaría. ¿Y funcionó? No, fallé. Sí, fallaste. Lorena fue quien soltó todo. Yo no lo pedí, pero debí frenarla en ese momento. Lo sé. No me importa quién lo dijo, me importa que tú estuviste ahí, escuchaste y no hiciste nada. Julián bajó la cabeza. Pensé que podía manejarlo después, pero me equivoqué.

Julián, tú vives en un mundo donde la gente como yo no tiene derecho a equivocarse, donde mi apellido pesa más que lo que hago, donde si mi hermano cometió un error hace años, ya me lo cargaron a mí para siempre. Y tú, que decías entender eso, te quedaste callado. No supe cómo actuar. Ese es el problema. No se trata de actuar, se trata de estar, de elegir de qué lado estás.

Julián quiso acercarse, pero ella dio un paso atrás. ¿Y ahora qué? Preguntó él. Ahora me voy a cuidar porque aprendí a hacerlo sola y porque no voy a dejar que arruinen mi vida otra vez por decisiones que yo no tomé. Benjamin te necesita y yo lo quiero con todo mi corazón, pero no puedo estar en una guerra que no es mía.

No voy a pelear por un lugar que desde el principio muchos creen que no merezco. Y si te pido que te quedes, no soy una cosa para quedarse o irse según te convenga. Soy una persona, Julián. No necesito que me rescates. Solo quería que me respetaras. Julián sintió que las palabras le dolían más que cualquier golpe.

Se quedó parado ahí frente a ella sin saber qué más decir. Elena respiró hondo y cerró la puerta despacio, no de golpe, con tristeza y así, como quien se va sin querer, pero sabiendo que es necesario, se retiró de la historia. Por ahora. Esa tarde Julián volvió a casa con las manos vacías. Benjamin corrió a la puerta en cuanto escuchó el auto, con la esperanza de ver a Elena detrás de él.

Pero al verla vacía, lo supo todo. No viene. No. Benjamin no dijo nada. Subió las escaleras sin mirar atrás. No lloró. Solo se metió en su cuarto y cerró la puerta. Julián subió poco después. Lo encontró acostado boca abajo con la cara escondida en la almohada. Puedo pasar. Haz lo que quieras. Ella no se fue porque no te quiera. Se fue porque yo la lastimé.

Benjamin no respondió, solo apretó los puños. La vas a volver a traer. Voy a hacer lo posible. Pero esta vez la voy a cuidar como merece. Benjamin se giró despacio y lo miró directo a los ojos. Entonces, apúrate, porque si no me voy con ella. Julián sintió un nudo en la garganta, no por la amenaza, sino por la verdad que cargaban esas palabras.

Esa noche la casa volvió a sentirse como antes, silenciosa, fría, rota. Y por primera vez desde que Clara murió, Julián entendió lo que era perder a alguien por no saber sostenerlo cuando más lo necesitaba. La mañana después del silencio de Benjamin y la despedida de Elena fue distinta. Algo se sentía pesado en el aire.

No era tristeza solamente, era una mezcla entre vacío, enojo, arrepentimiento y una urgencia por arreglar lo que ya se rompió. Julián se despertó sin ganas de salir de la cama, abrió los ojos, miró el techo por varios minutos y después se sentó como si estuviera cargando todo el peso del día anterior en los hombros. Benjamin seguía sin hablar.

No era como antes, cuando el silencio venía de la tristeza por la pérdida de su madre. Ahora era otro tipo de silencio, molesto, dolido, firme, como si dijera, “No me hables hasta que hagas lo correcto.” Julián intentó conversar con él mientras desayunaban, pero no obtuvo respuesta. Te hago tu licuado con fresa. Benjamin solo bajó la cabeza y no contestó.

¿Te gustaría salir al parque un rato? Ni una palabra. Sé que estás molesto conmigo y tienes razón, pero no me voy a quedar así. Benjamin lo miró un segundo, una mirada seria, profunda, y luego volvió a ver su plato. Julián suspiró, dejó el jugo sobre la mesa y subió directo a su oficina.

Encendió su computadora, abrió su correo y escribió un mensaje a su abogado personal. Assunto: necesito una reunión urgente. Mensaje. Es sobre una persona que está atacando a alguien cercano a mí de forma personal. Requiero saber si hay forma de actuar legalmente. No quiero más juegos. A los 20 minutos, el abogado ya le había devuelto la llamada.

¿Te refieres a Lorena? Sí, ella empezó todo. No puedo probar que fue directamente, pero los rumores vienen de gente que estuvo en esa cena. ¿Tienes algún tipo de prueba de que fue ella? testimonios, algunos mensajes. Rodrigo escuchó algo. Mira, legalmente va a ser difícil probar difamación sin una evidencia directa, pero sí puedes enfrentarlo de otra forma. Si es parte de tu empresa o algún proyecto, puedes removerla.

Tú decides quién se queda y quién no. Eso haré. Y la otra persona, la mujer afectada, se alejó por mi culpa. Entonces, este no es solo un tema legal, es emocional. Sí, pero necesito arreglar las dos cosas. No quiero que mi hijo siga pagando por mis errores, ni que alguien bueno tenga que esconderse por culpa de una clase social que se cree con derecho de juzgarlo todo.

Cuando colgó, Julián ya tenía una decisión clara. No iba a permitir que Lorena siguiera metiendo las manos en su vida como si fuera una dueña invisible de todo lo que tocaba. y tampoco iba a quedarse cruzado de brazos esperando a que el tiempo curara lo que él había roto. Marcó a Rodrigo, reúne a los socios del proyecto de software médico.

Hoy en mi casa a las 7, a todos, a todos. Inclúyela a ella. Rodrigo no preguntó más. Sabía que cuando Julián hablaba con esa voz no había marcha atrás. Mientras eso pasaba, Elena volvía a su rutina. regresó a los eventos de limpieza, a los salones donde nadie la miraba a los ojos, a los horarios largos, a los zapatos duros, pero ya no era lo mismo.

Algo se le había roto por dentro, o mejor dicho, algo que había empezado a sanar, se le volvió a quebrar. Mientras limpiaba un salón de bodas, una compañera se le acercó con cautela. “Tú eres la de la fiesta del empresario ese”, le dijo mientras barría. “¿Qué? Sí, ya sabes, la que hizo hablar al niño. Todos están hablando de eso. Bueno, de eso y de otras cosas. Elena se detuvo.

¿Qué cosas? Pues que saliste en el radar de una señora importante, que te están buscando las patas hasta por debajo del agua, que ya sacaron que tu hermano estuvo en la cárcel y que según tú eres una interesada. Elena cerró los ojos un segundo, respiró hondo. Claro, es verdad. ¿Qué parte? La del hermano. Sí, pero no tiene nada que ver conmigo. Te creo, pero ya sabes cómo es este mundo.

Una cosa se dice, otra se agranda y de ahí se arruina todo. Y el papá del niño te defendió. No a tiempo. La compañera le puso una mano en el hombro. Cuídate, Elena, no dejes que te hundan. Esa tarde, cuando salió de su turno, Elena se fue directo a casa. No tenía cabeza para hacer mandado ni para distraerse.

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