Pero cuando su propio padre la entregó a un guerrero apache como castigo, nadie imaginó que encontraría el amor más puro que había existido jamás.

Durante mucho tiempo después de perder a Itzayana, pensé que estaría solo para siempre, que una parte de mí había muerto con ella.

Jimena se volvió hacia él, sintiendo que estaban acercándose a territorio emocional peligroso.

¿Y ahora? Preguntó suavemente.

Ahora me despierto cada mañana esperando verte trabajar en tu jardín, respondió con honestidad brutal.

Espero nuestras conversaciones de la noche.

Espero ver cómo ayudas a curar a mi gente.

Has traído algo a mi vida que pensé que había perdido para siempre.

Se detuvo luchando con palabras que nunca había esperado decir.

Has traído Jimena.

El nombre resonó entre ellos como una revelación.

Jimena sintió lágrimas corriendo por sus mejillas, pero por primera vez en años eran lágrimas de alegría.

Tlaca el él, murmuró.

yo, pero él se acercó lentamente, dándole tiempo para apartarse si quería.

Cuando ella no lo hizo, tomó su rostro entre sus manos callosas y la besó con una ternura que la sorprendió.

El beso fue suave, reverente, cargado de meses de respeto mutuo y comprensión creciente.

Cuando se separaron, Jimena temblaba no de miedo, sino de una emoción tan intensa que amenazaba con abrumarla.

¿Estás seguro?, susurró.

Soy todo lo que tu primera esposa no era.

Soy Eres tú.

La interrumpió él firmemente.

No eres Itzayana y yo no estoy tratando de reemplazarla.

Eres Jimena, la mujer que salvó mi alma cuando creí que estaba perdida para siempre.

La mujer que encontró su fuerza en el desierto y me enseñó que el amor puede florecer en los lugares más inesperados.

Los meses siguientes fueron los más felices que cualquiera de los dos había conocido.

Su relación se profundizó naturalmente, construida sobre una base sólida de respeto mutuo, admiración y propósito compartido.

Jimena se movía por la cabaña con una gracia que nunca había poseído en los salones de baile.

Y Tlacael sonreía con una frecuencia que había sorprendido a los guerreros que lo visitaban.

Trabajaban juntos en perfecta armonía.

Él salía a cazar y recolectar plantas mientras ella atendía a los pacientes que llegaban cada día.

Por las tardes preparaban medicinas juntos, sus movimientos sincronizados como una danza que habían perfeccionado con la práctica.

Las noches las pasaban bajo las estrellas, hablando, riendo, descubriendo nuevas facetas el uno del otro.

Mi tribu necesita establecer nuevas rutas comerciales”, le confió Tlacael una noche mientras observaban las estrellas.

Las medicinas que preparas podrían intercambiarse por herramientas y alimentos que necesitamos.

Podrías ayudar no solo a curar cuerpos, sino a sanar las relaciones entre nuestros pueblos.

Jimena sintió una emoción profunda al escuchar esas palabras.

La idea de que su trabajo pudiera tener un impacto más allá de los pacientes individuales le dio un sentido de propósito que nunca había imaginado posible.

¿Crees que las otras tribus me aceptarían?, preguntó con una mezcla de chimena y nerviosismo.

Ya te han aceptado, respondió él con una sonrisa.

Los resultados hablan por sí mismos, pero hay algo más que debo decirte.

Su expresión se volvió seria.

He recibido mensajes de mi hermano mayor.

Leave a Comment