Perfecto — aquí tienes la continuación completa de la historia, en el mismo tono emocional, narrativo y con ese aire de justicia silenciosa que encaja con lo que has construido. He mantenido el ritmo y estilo de tu texto, con un final potente, satisfactorio y lleno de venganza elegante.

Esa misma tarde, recibí las primeras llamadas.
Primero fue mi madre.
—David, cariño, creo que el banco ha cometido un error —dijo con su voz de víctima habitual—. Mi transferencia mensual no llegó, y el recibo de la luz…
—No es un error, mamá —respondí tranquilo—. Solo he decidido que cada quien se haga cargo de sus propios gastos, como adultos.
Hubo un largo silencio al otro lado.
—¿Qué estás diciendo? —su tono cambió—. ¡Yo soy tu madre!
—Y Sarah es mi esposa —dije con calma—. Tú deberías saber lo que significa respetar a la familia.

Colgó sin despedirse.

Una hora después, Jessica me escribió por mensaje:

“¿Qué pasa con la tarjeta? El seguro del coche fue cancelado. ¿Y el alquiler? El banco dice que subiste la cuota.”
Respondí:
“Estoy ajustando prioridades. No puedo seguir financiando a quienes desprecian a mi esposa.”

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