“No importa”, dije. “Seguridad te acompañará a la salida”.
En cuestión de horas, se había ido. Al día siguiente, los titulares estallaron: Nuevo CEO revela un enorme… Fraude.
Las acciones de Whitmore se dispararon.
Por primera vez en meses, sonreí de verdad.
Unas semanas después, en una gala benéfica, vi a Mark y a su prometida al otro lado de la sala. Se quedaron paralizados. Llevaba un elegante vestido negro y charlaba con senadores y directores ejecutivos.
Mark se acercó, incómodo. “Emma… No sabía…”
“Tenías razón”, dije en voz baja. “Pertenezco al pasado. Pero construí mi futuro”.
Luego me fui.
Más tarde, en el balcón, David se reunió conmigo, con la ciudad brillando abajo.
“Lo hiciste muy bien esta noche”.
“Tú también”, respondí. “Te debo esa llamada”.
“Quizás no fue suerte”, dijo en voz baja. “Quizás tu tío quería que conocieras a alguien que no te dejara rendirte”.
Sonreí. “Eres peligrosamente sentimental”.
“No se lo digas a mis socios”, dijo.
El silencio que siguió estaba lleno de gratitud y de algo nuevo, algo tácito.
Tres semanas después de la salida de Nathan, la empresa iba muy bien en teoría, pero internamente, el ambiente era tenso. David me había advertido: “Te has ganado enemigos. Silenciosos”. »
Tenía razón.