“Entonces vuelve a casa”, dijo. “No como un fantasma. Como tú.”
Esa noche, James la llevó a su casa.
Lily corrió a los brazos de su madre con un pequeño jadeo de reconocimiento.
“¿Mami?” —susurró.
Emily se aferró a su hija, sollozando. «Sí, cariño. Mamá ya está aquí».
El reencuentro no fue noticia ni espectáculo. James, discretamente, utilizó sus recursos para resolver los detalles legales sobre la identidad de Emily.
No hubo comunicados de prensa; solo cenas familiares, cuentos para dormir y una lenta recuperación.
Semanas después, tras arropar a Lily, James preguntó: «¿Por qué quedarse esta vez?».
Emily sonrió entre lágrimas.
«Porque por fin sé quién soy. No solo la mujer que todos querían que fuera. No solo un nombre en las noticias. Soy madre. Soy yo misma. Y estoy lista para que me encuentren».
James le tomó la mano y la apretó con fuerza.
Y esta vez, ella no la soltó.