“Papá, empiezo ya”, susurré mientras empezaba a bañar a mi suegro paralítico, pero en cuanto se quitó la camisa, me quedé sin aliento. La extraña advertencia de mi esposo antes de irse resonó de repente en mi mente, y en ese instante, todo cobró sentido.
Llevaba tres años casada cuando mi suegro, Don Héctor, sufrió un derrame cerebral que lo dejó parcialmente paralizado. Desde ese día, mi suegra, Doña María Elena, pareció perder también las fuerzas. Mi esposo, Ángel, conducía camiones de larga distancia y estaba fuera casi toda la semana, dejándome a mí al cargo de todo en casa. … Read more