Olvidé apagar la estufa de gas de camino al trabajo, así que di la vuelta apresuradamente con el coche en medio de la carretera para volver a casa. Pero en cuanto abrí la puerta, me quedé atónita con la escena que tenía delante.-TNY

Dentro, enredado en sus sábanas —sus sábanas de regalo de bodas— estaba Jason. Desnudo. Abrazado a otra mujer. Velas en la mesita de noche. Copas de champán en el suelo. Música baja en el altavoz. Jason dijo una vez que había comprado “solo para nosotras”.

Por un instante, el mundo quedó en silencio. Incluso la tormenta que sentía en su pecho se congeló.

Entonces Jason se levantó de golpe, con los ojos muy abiertos.
“Emma… yo… esto no es…”

No gritó. No tiró nada. No lloró. Su voz salió débil, casi infantil:
“¿Quién es?”

La mujer sonrió con sorna en lugar de cubrirse.
«Me llamo Tiffany », dijo, como si se presentara en un brunch.

Ese detalle, la sonrisa burlona, ​​quedaría grabado en la memoria de Emma para siempre.

Jason buscó una sábana a toda prisa. Tiffany no se molestó.

Emma se apartó de la cama. Tenía las manos frías, entumecidas, hormigueando. Su mente registró detalles que deseaba no haber recordado: el lápiz labial en la mesita de noche, el anillo de bodas de Jason en el suelo, el collar que Tiffany llevaba y que Emma reconoció de su último viaje de aniversario.

—Salgan. —susurró Emma—. Los dos.

Tiffany puso los ojos en blanco.
Jason volvió a abrir la boca, tartamudeando excusas.

Emma no esperó.

Ella salió caminando.

CONSECUENCIAS: EL FUEGO QUE NUNCA COMENZÓ

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