Nunca pensé que algún día mi nombre sería pronunciado…

Y me quedé helado.

El nombre en la portada: Richard Alden.

Lo releí. Tres veces.

Sí, era él.

Acusado de violar los derechos laborales de los empleados, de discriminación.

El mundo nos había vuelto a unir.

Pero ahora todo era diferente.

Dudé mucho tiempo antes de ir.

La noche anterior a la reunión, no pude dormir. Todo volvió a mi mente: su grito, las risas a mis espaldas, la mirada baja de mis colegas.

Una parte de mí quería negarme. Pero otra parte —la que vivía por el poder de la verdad— susurró: «Ve. Míralo a los ojos».

Estaba sentado en el escritorio, con aspecto mayor, más delgado.

Cuando entré, levantó la cabeza y, por un instante, un destello de reconocimiento brilló en su mirada.

«¿Señorita Carter?»

«Sí», respondí con calma. «Ahora soy su abogada».

Desvió la mirada.

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