Mis compañeros de clase se burlaban de mí en la reunión, pensando que todavía no era nadie… Pero por la mañana me vieron en la portada de una revista de negocios.

—¡¿No querías hacerlo público?! —Anna la jaló de vuelta al pasillo—. ¡Chicos! ¡Miren!

Se desató un alboroto en el restaurante. El teléfono pasó de mano en mano. Los rostros cambiaron: de la sorpresa a la total incomprensión.

—¿Es cierto? —Igor parecía no poder creer lo que veía—. ¿Cincuenta millones?

—Ese es el valor estimado de la empresa —explicó Marina con calma—. No es mi dinero personal.

“¿Pero es tuyo?” presionó.

“Soy el accionista mayoritario, sí.”

Un silencio denso se apoderó de la mesa. Olga miraba a Marina y a su marido, como si intentara comprender lo que oía. Alguien silbó suavemente.

“Así que todos estos años cuando nos reíamos de tus proyectos ‘verdes’…” dijo Igor lentamente.

—Solo seguía mi propio camino —terminó Marina con calma—. Como todos ustedes.

—¡Cincuenta millones, claro! —exclamó Svetlana—. ¡Eso es muchísimo dinero!

“Es el resultado de doce años de trabajo duro”, dijo Marina. “Y muchos errores que no se mencionan en las revistas”.

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