“Muy bien”, dije tras una breve pausa. “Digamos que estoy dispuesta a considerar tu solicitud. Pero tenemos una regla estricta: todos los candidatos se someten a una prueba de honestidad e integridad. Es una política interna implementada tras un incidente de apropiación indebida.”
Sus cejas, impecablemente depiladas, se fruncieron.
“¿Qué prueba exactamente? ¿En qué consiste?”
“Es muy sencillo. Hacemos tres preguntas clave. Las respuestas se registran, se cotejan cuidadosamente con nuestra base de datos y se verifican. Si alguna de ellas resulta ser falsa a sabiendas, la solicitud se rechaza inmediatamente, sin explicación. Y, lo que es más importante, la información se comparte con toda nuestra red de agencias de contratación asociadas.” En otras palabras… olvídate de trabajar para cualquier empresa respetable en esta ciudad.
Palideció aún más; le temblaban los labios.
“¿Es esto… legal? ¿Métodos como ese?”
“Totalmente legal y transparente. Firmaste el formulario de consentimiento para el procesamiento de datos en la entrada, con seguridad. ¿Lo viste?”
Asintió, insegura, consciente de que estaba en una trampa.
“En ese caso, empecemos”, dije, sacando mi tableta y comenzando la grabación. “Primera pregunta: ¿dónde trabajaste exactamente los últimos dos años?”
“En la famosa agencia de relaciones públicas ‘LuxMedia’”, replicó de inmediato. “Allí trabajé en estrategia para marcas premium”.