MILLONARIO PIERDE TODO! SÓLO LA EMPLEADA TUVO EL VALOR DE ALIMENTAR A SU BEBÉ

¿Cuándo conozco al equipo? Ahora te esperan en la sala de juntas del sótano 2. Y Santillán, un consejo, no menciones quién fuiste. Para ellos eres simplemente el nuevo director de operaciones, nada más. Rodrigo asintió y siguió a Cárdenas hasta una sala sin ventanas donde 80 personas lo observaban con una mezcla de curiosidad y recelo.

Reconoció algunos rostros empleados que habían trabajado en sus propios hoteles antes del colapso. Buenos días, comenzó Rodrigo, su voz sonando más firme de lo que se sentía. Mi nombre es Rodrigo Santillán y seré su nuevo director de operaciones. Vengo a aprender de ustedes, a escuchar sus necesidades y a trabajar juntos para hacer de estos hoteles los mejores de la región. Un murmullo recorrió la sala.

Una mujer de unos 40 años, con uniforme de supervisora de limpieza, levantó la mano. ¿Usted es el Rodrigo Santillán, el que tenía los hoteles Mar Azul? Sí, soy yo. Mi hermana trabajaba en su hotel de Cancún. La despidió tres días antes de Navidad después de 8 años de servicio.

Dijo que necesitaba recortar costos. El silencio en la sala se volvió pesado. Todos los ojos estaban clavados en Rodrigo esperando su respuesta. Podía mentir, justificarse, evadir. Pero entonces recordó las palabras de Valeria. Lo único que importa es si puedes verte al espejo y sentirte en paz contigo mismo. Tienen razón, dijo.

Finalmente despedí a 43 personas justo antes de las fiestas porque quería comprar un yate, no porque fuera necesario para salvar la empresa, porque era egoísta y creía que el dinero era más importante que la gente y tengo que vivir con eso el resto de mi vida. El silencio continuó, pero algo cambió en la atmósfera. La hostilidad disminuyó levemente.

No puedo cambiar el pasado continuó Rodrigo. No puedo devolverle el trabajo a su hermana o a las otras personas que lastimé, pero puedo prometerles que aquí, en este lugar, haré las cosas diferente. Los escucharé, los trataré con respeto y pelearé por ustedes ante quien sea necesario. Una voz masculina surgió desde el fondo. Palabras bonitas. Esperemos que sean verdad. Lo serán.

Y si en algún momento sienten que no estoy cumpliendo, exíjanmelo. Tienen mi permiso. La reunión continuó durante 2 horas. Rodrigo tomó notas de cada problema, cada queja, cada sugerencia. Las lavadoras del edificio tres llevaban dos meses sin funcionar bien. Los uniformes de muchos empleados estaban gastados, pero no había presupuesto para renovarlos.

Los turnos eran agotadores y varios trabajadores estaban al borde del colapso por falta de personal. Cuando terminó la junta, Rodrigo se dirigió directamente a la oficina de Heriberto Mendoza en el piso ejecutivo. Su secretaria, una mujer elegante de 50 años, lo detuvo. Don Heriberto no recibe visitas sin cita previa. Dígale que Rodrigo Santillán necesita hablar con él. Es urgente.

La secretaria lo miró con desdén, pero hizo la llamada. 5 minutos después, Rodrigo estaba frente a Mendoza, quien fumaba un puro mientras revisaba reportes financieros. ¿Qué quieres, Santian? Llevas apenas 4 horas en el puesto. Necesito presupuesto, 150,000 pesos para reparar equipos, renovar uniformes y contratar cinco empleados más para distribución de turnos. Mendoza soltó una carcajada.

150,000. ¿Estás loco? Tu trabajo es optimizar recursos, no gastarlos. Mi trabajo es mantener estos hoteles funcionando eficientemente y eso no se logra con equipos rotos y empleados exhaustos. Si una lavadora industrial se descompone completamente, el reemplazo costará 300,000es. Si prevenimos ahora, ahorramos después.

Interesante lógica. ¿Y dónde se supone que saque esos 150,000? Del presupuesto de publicidad. Vi los números. Gastamos 200,000 mensuales en anuncios que generan solo un 3% de ocupación adicional. Mejor invertir ese dinero en mejorar la experiencia del huésped con servicio de calidad.

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